Axe 2ENCUENTROS31 mayo-4 junio, 2000.
Entre los días 31 de mayo y 4 de junio de este año, ha tenido lugar en el Castillo de la Mota de Medina del Campo un coloquio sobre los problemas de la renta señorial en la Plena Edad Media. Por concretar los objetivos de la cita de Medina, valga el título que sus organizadores, Monique Bourin y Pascual Martínez Sopena, dieron al texto preliminar Pour une anthropologie du prélèvement seigneurial dans les campagnes de l'Occident médiéval (XIe-XIV s.). Réalités et répresentations paysannes du prélèvement. En efecto, el coloquio forma parte de un plan de trabajo que, esbozado en 1998[1], pretende examinar algunas cuestiones clásicas de la historia medieval desde una perspectiva antropológica, dentro de un marco comparativo y sin perder de vista las fuentes; así, el estudio del mercado de la tierra y la servidumbre ya protagonizaron reuniones similares en Provenza y Roma en 1999. Además
de incidir en el punto de vista campesino, el referido texto preliminar
calificaba como prioridades el análisis de las tradiciones historiográficas,
de las prestaciones en trabajo, y de las cartas de franquicia. Por otro
lado, preveía una sección específica dedicada al estudio
de casos regionales y llamaba la atención sobre el vocabulario de
las exacciones. En momentos posteriores se hizo un notable esfuerzo por
conjugar estas directrices y evitar que se solaparan; las cartas de franquicia
se valorarían por su papel revelador de las relaciones sociales,
y para las corveas se propuso un enfoque plural (económico, y más
particularmente socio-simbólico), en tanto se aconsejaba que los
estudios de casos destacasen el peso económico de las exacciones
sobre la economía campesina.
Estos
planteamientos fueron desarrollándose gracias a reuniones preparatorias
celebradas en París y Valladolid durante la primavera y el otoño
de 1999. Los cuestionarios que concretaban las líneas de investigación
y establecían el indispensable umbral común se ultimaron
a comienzos del año 2000. Antes del coloquio, los participantes
enviaron resúmenes de sus puntos de vista y copia de los documentos
que pensaban analizar. En Medina hubo una veintena larga de colaboraciones
y varios invitados; se facilitó, además, la presencia de
jóvenes investigadores mediante becas. En total, algo menos de 40
personas, cifra incluso abultada para la tarea tipo taller que se pretendía.
Las
páginas inmediatas intentan captar lo más significativo de
unos días de intenso trabajo. Se basan en el dossier distribuido
al abrirse el Coloquio y en notas personales. Sin embargo, no dan cuenta
de un aspecto básico en casi todas las presentaciones, los comentarios
de textos. Aún sabiéndose provisional, esta reseña
confía en servir de adelanto a la publicación que en estos
momentos se prepara.
La primera sesión sobre Discursos historiográficos cruzados estuvo coordinada por Chris Wickham, medievalista británico bien conocido entre nosotros, que abrió la sesión recreando el ambiente del coloquio de Trento de 1994[2], donde se pusieron en evidencia las diferentes tradiciones de análisis sobre el señorío medieval, y por lo tanto el diferente significado (político o fundiario) que se daba a este término por parte de alemanes e italianos. El
telón de fondo de esta escenificación es la tipología
de los señoríos medievales presentada por G. Duby, caracterizada
por la estricta separación entre banal y fundiario
(no se nos escapa el problema de la traducción de estos términos,
en sí misma discutible). Italianos, franceses (y también
españoles) habrían sido más sensibles a esa propuesta
del historiador francés que los alemanes o los británicos,
que tampoco conceden a los derechos de ban más que un papel
secundario, como glosó Chris Dyer al señalar que el poder
del rey era lo suficientemente fuerte para que las banalités
sólo pesasen sobre los siervos, no sobre los libres.
Pero
el panorama requiere mayores matices y, desde luego, resulta necesario
adoptar nuevos enfoques, como de hecho en la misma historiografía
francesa de los últimos veinticinco años se está haciendo.
Lo que se aprecia es una tendencia a difuminar la separación entre
las dos especies de señorío, a imponer una noción
global, que cuestiona la validez de insistir en los orígenes como
un dato perdurable, como una categoría que sirva para determinar
todo el proceso (M. Bourin, B. Cursente), y apuesta por una noción
integradora, (como la de ‘señorío local' de D. Barthélemy)
de los componentes del señorío, que al tiempo permita atender
a la variedad de situaciones que, incluso dentro de ámbitos reducidos,
conoció la Europa medieval.
Ciertamente,
a nadie se le escapa la importancia de objetivar las distintas tradiciones
culturales en las que trabajamos, de tener en cuenta estas cuestiones a
la hora de analizar e interpretar las modalidades prácticas de la
punción (prélèvement, de nuevo los problemas
de traducción) señorial.
Para
ello contamos con varias intervenciones. La de Sandro Carocci sobre la
historiografía italiana, destacó que el área meridional
la más señorializada haya sido la menos estudiada, la carencia
de una síntesis que recoja la diversidad regional y que elseñorío
haya sido considerado sobre todo como fenómeno político y
social, como señorío territorial (banal), aunque con
un sentido diferente a la noción francesa, con escasa atención
a los aspectos socioeconómicos. Para este historiador los caracteres
básicos de la signoria,
son la fragmentación tanto
de propiedad como de derechos sobre la tierra, la multiplicidad de relaciones
señoriales, por lo que se parece menos al modelo de ‘señorío
eminente' propuesto por Duby que al de ‘señorío local' de
Barthélemy y Wickham; la gran autonomía productiva campesina,
pese a testimonios en contrario como evidencian la intervención
señorial en la bonificación de tierras (Menant, Carocci o
Martin). Sin embargo, la externalidad de esta intervención hace
que el alodio sobreviva y se incremente. Rasgo éste "recordemos
que se dice- sólo italiano. El debate parece centrado sobre el modo
de evolución de este señorío, ciertamente no muy eficaz
ni política ni económicamente, y la influencia que el desarrollo
de las comunas tuvo en dicha evolución. Pero el gran problema que
presenta esta historiografía, incluida la actual, es la falta de
acuerdo sobre lo apropiado, o no,de distinguir ‘lo banal' de ‘lo
fundiario'.
Como veremos después, Francesco Panero al tratar de la renta en
trabajo, discute la opinión de Carocci sobre el carácter
fundiario de las corveas.
Tim
Reuter se refirió a las formas de señorío rural en
la historiografía alemana, aunque en realidad habría que
decir germánica pues incluye a los historiadores alemanes y austríacos.
Reuter, quien aclaró que para entender sus tradiciones había
que relacionarlas con su matriz institucional, apuntó la escasa
influencia del marxismo en el discurso académico sobre el tema,
en gran parte porque la historia medieval académica era o ‘gran
historia' (política, eclesiástica, intelectual, pero apenas
económica), o una historia territorial muy teleológica, incluso
mística, de cada ‘land', una historia desde arriba no atenta
a las expresiones campesinas, y como vínculo entre ambas estaba
una historia constitucional, que explica tanto lo particular de la terminología
y problemas planteados como la escasa atención a los cambios económicos
y sociales presente en la historiografía de otros países.
De ahí que Reuter plantease tres aspectos básicos que considera
necesario analizar: Grundherrshcaf, Vogtei y regalías. El
primero, cuya traducción más acertada le parece la de ‘señorío
rural', entendido más como señorío sobre la tierra,
organización política local, incluso una forma de poder,
que como señorío fundiario; el segundo, el vogtei
o advocatus, como complejo institucional peculiar relacionado con
las inmunidades, el más próximo a la noción funcional
de ‘señorío banal' del occidente y sur de Europa,
aunque lo mismo que respecto al tema de los derechos regalianos, se entiende
con un sentido de orden público fragmentado. En definitiva, Reuter
vino a decir que hay evidencias para pensar que las realidades y desarrollos
señoriales no eran tan diferentes en el espacio germano como las
presentan los estudiosos.
Paul
Freedman, por su parte, discutió la variedad de aproximaciones al
poder señorial y oposición campesina al mismo en la historiografía
española, variedad que relacionó con las experiencias, metodologías
e ideologías nacionales, pero también con la existencia de
diferentes fuentes y géneros, en los que no siempre aparecen los
campesinos. En ese sentido contrastó la ausencia de menciones sobre
campesinos en la literatura castellana o catalana antes del XVI, con su
gran presencia en la literatura medieval alemana, y la dificultad por tanto
de trazar la resistencia campesina indirecta y cotidiana a la que él
ha dedicado sus últimos trabajos.
El estudio de las cartas de franquicia fue objeto de la segunda sesión de trabajo. Su base era un cuestionario elaborado por B. Cursente, coordinador del área. Una serie de preguntas articulaba el conjunto, comenzando por la problemática delimitación del propio concepto de franquicia. Seguía una propuesta de contextualizar las cartas atendiendo a la cronología, densidad espacial, diversidad de los señoríos y características formales de los textos, que terminaba sugiriendo su contraste con fuentes de información diversas. Las cuestiones inmediatas intentaban aproximarse a la percepción campesina de las franquicias, a través del análisis de los preámbulos de los textos, del (difícil) discernimiento de señoríos fundiarios, banales y domésticos, de las variaciones de las tasas de exacción y la ritualización de los pagos. No obstante, se advertía que la comunidad receptora de cualquier carta estaba socialmente diferenciada, y que resultaba clave indagar si las cartas trasparentaban los intereses de un sector. El
propósito de B. Cursente[3]
se expresaba en el subtítulo de su colaboración: indagar
si el discurso campesino se vislumbraba en los textos, cómo percibían
los campesinos las prestaciones señoriales, y de qué manera
alcanzaban a modificarlas en su favor. Una corta serie de documentos le
permitió ilustrar el calado de estos problemas. Datados en el siglo
XIII avanzado y relativos a comunidades del sur de Francia, revelan a las
cartas de franquicia bajo distintos prismas: como una secuencia, como un
gesto oportunista, o como la salida de un conflicto.
El
discurso campesino no es explícito. Debe descifrarse en medio de
la retórica de los textos. Además, ha existido una "estrategia
del silencio" en el seno de la sociedad local, una voluntad de no fijar
por escrito usos cuyo disfrute podría peligrar si se formalizaba...
Cuando el historiador se acerca a las cartas de franquicia, por tanto,
debe abrirse paso en la maraña de palabras y está obligado
a perseguir reflejos fugaces. En todo caso, parece menos difícil
de aprehender cómo las comunidades campesinas han llegado a reorientar
las obligaciones señoriales. En primer lugar, por el rescate de
ciertas exacciones arbitrarias, las tailles y questes, a
las que Cursente concede una gran importancia conceptual: su supresión
marca la frontera entre una simple carta de costumbres y una carta de franquicias.
En segundo lugar, las franquicias ponen el acento en ciertas formas de
renta, referidas a la producción, transformación e intercambio
de bienes, y en los derechos de justicia. Pero, en último extremo,
lo más importante es cómo se gestiona todo esto, pues la
comunidad "o mejor, un sector de ella, los notables que actuan como oficiales
del señor y magistrados comunales-, recupera una parte de lo que
debe al señor a través de las multas y de paulatinos traspasos
de competencias. Para Cursente, "un juego sutil convierte a este sector
en portavoces de los intereses del conjunto de la comunidad y en beneficiarios
del sistema señorial".
Patrice
Beck[4]
comenzó trazando un panorama historiográfico de las cartas
de franquicia en Francia. Como punto de partida, cabe recordar a la Commission
des Chartes de Franchises (1920), en cuyo seno Georges Espinas impulsó
la edición de las fuentes. Durante decenios, los estudios que se
derivaron de esta amplia tarea fueron de corte iushistórico y se
orientaron basicamente en dos direcciones: distinguir y comparar los elementos
del regimen señorial, y reconstruir las familias textuales.
Todavía
hoy, los historiadores del derecho y de las instituciones siguen preocupándose
del tema, incluso proporcionándole un tinte antropológico;
Paul Ourliac ha sido su mejor exponente. Pero las franquicias han interesado
cada vez más a los estudiosos de la historia social. R. Fossier
y G. Sivery han partido de ellas en sus investigaciones sobre el campesinado
del Norte de Francia; su ejemplo muestra tanto las posibilidades de este
material
de trabajo, como la disparidad de opiniones que es susceptible de generar.
Beck
analizó en la segunda parte de su exposición un elenco de
cartas de Borgoña, seleccionando aquellas que mejor escenifican
a los señores ante sus dependientes. Su cronología, reflejo
del conjunto regional, tiene un aspecto ondulatorio: un tímido comienzo
en el siglo XII preludia la explosión del XIII, a la que sigue una
intensa disminución en el XIV; el movimiento se reactiva en los
siglos XV y XVI, tiempos de reconstrucción. En Borgoña, los
duques parecen ser los grandes impulsores del movimiento de franquicias,
secundados por los señores laicos: ¿cómo lo expresan?
Cuando los preámbulos literarios adquieren consistencia, a fines
del siglo XIII, sus altos ideales espirituales cortejan a la pobreza de
los rústicos, la libertad necesaria, la insoportable costumbre...
Con el tiempo, se atisba un frecuente fondo de violencia. Por otra parte,
las cartas expresan la diversidad de condiciones de los dependientes: las
franquicias no han perseguido la igualdad.
La
presentación de la España cristiana por P. Martínez
Sopena[5]
destacó un proceso clave: la marcha hacia el sur y la anexión
de territorios andalusíes que caracteriza los siglos centrales de
la Edad Media. Todo esto significa una larga experiencia colonizadora,
en cuyo seno las cartas pueblas incorporaron la idea de franqicia. Para
el caso, una menor presión señorial habría diferenciado
las zonas de la expansión -más allá de los ríos
Duero, Ebro y Llobregat-, de las tierras dominadas por los cristianos desde
antiguo, lo que traduciría el fuerte vínculo de los nuevos
territorios con las monarquías y el apremio de asentar allí
una población estable.
Pero
el panorama es más complejo. Como paso previo, se advierte una terminología
diversa y ambigua: en Navarra o Castilla, se llama
fuero tanto a
las cartas de costumbres como a las de franquicias -un nombre desconocido
en Cataluña-, al tiempo que los autores discuten si la normalización
de los usos significa una mejora del campesinado. Por otro lado, la distribución
territorial de los textos dista de ser homogénea; esto, que plantea
las diferentes fórmulas de colonización de los espacios nuevos,
indica también los profundos cambios experimentados antes de 1200
en los paises de vieja dominación cristiana, cambios que no tuvieron
el mismo signo: en Cataluña vieja crecieron las exigencias señoriales
(servidumbre remensa), y en Castilla se aligeraron (fueros buenos).
El
proceso que condujo a reducir la presión señorial, en particular
al norte del Duero, tiene aspectos insurrecionales bien conocidos. Esto
no es obstáculo para enfocar las cartas de franquicia desde un vaivén
de negociación y conflicto entre los poderes señoriales y
las comunidades campesinas. No cabe olvidar, en fin, que las exacciones
de las cartas revelan explicitamente las claves de diferenciación
interna del campesinado; entre ellas, la prestación de servicios
armados, la posibilidad de gestionar o no explotaciones familiares, la
pertenencia a una minoría etnico-religiosa...
La
Italia comunal tuvo una densidad variable. En las regiones urbanizadas
del norte que constituyen el núcleo de la colaboración de
F. Menant[6],
las transformaciones políticas de la ciudad vieron su correlato
en la emancipación del campo circundante. Pero las cartas de franquicia
no han generado una historiografía propia, como ha sucedido con
otros aspectos de las comunidades campesinas "por ejemplo sus orígenes,
la emancipación de los siervos, o los burgos francos-. Más
bién, éstos y otros asuntos han interferido en el protagonismo
de las cartas de franquicia.
En
estas condiciones, el trabajo de Menant tiene mucho de identificación
de un tema, de planteamiento de una problemática conceptual: resulta
necesario diferenciar las cartas de franquicia de los estatutos dados por
las comunidades campesinas y de los que establecen los señores para
regular sus explotaciones agrarias, o de las cartas de enfranquecimiento
de siervos y de las cartas de burgos francos, habitual concesión
urbana a aldeas estratégicas del "contado". Parece que la gran diferencia
respecto a casi todo lo demás reside en que las cartas de franquicias
biselan el señorío banal; en los casos extremos, lo reducen
a un simbólico juramento de fidelidad.
La
rica documentación italiana ofrece otras reflexiones sobre un proceso
que se sitúa principalmente entre 1150 y 1250. Retengamos que las
franquicias se obtuvieron muchas veces mediante rescate, lo que ha sido
una fuente de problemas porque significó un temprano e intenso endeudamiento
de la comunidad. Por otro lado, es frecuente que una sucesión de
cartas deje percibir el progreso de las libertades locales, pero los datos
aconsejan cautela sobre la imagen de una comunidad coherente: la autonomía
negociada pudo no comprender a todos, de forma que los ricos del lugar
comenzaron a mejorar antes que sus convecinos. Y -como los ricos o entre
ellos-, los que servían a caballo.
El
Lexikon
des Mittelalters incluye la entrada "charte de franchises" usando
la propia expresión francesa, pero el artículo no contiene
ninguna noticia referente a Alemania. La famosa enciclopedia no deja lugar
a dudas sobre un lugar común: que Alemania carece de algo parecido
a las cartas de franquicia. Aunque J. Morsel[7]
advirtió que "cuando se buscan, se hallan", las cartas de franquicia
dejaron el lugar a los "Weistümer" en su exposición.
En
Alemania abundan los "Weistümer". "Weistüm" puede traducirse
por 'reconocimiento de derechos'. Conviene añadir que se hace a
iniciativa del señor y que implica los derechos y libertades del
señor, no los de una comunidad campesina. Se han conservado unas
10.000 actas de este tipo para todo el Imperio, pero solo un tercio han
sido editadas; aparecen en el siglo XI, aunque su volumen mayor se concentra
en los siglos XV y XVI. Para J. Morsel, tales materiales todavía
esperan investigaciones acordes a su importancia. Él dedicó
su estudio a textos de Franconia, un país que conoció la
servidumbre y un sistema señorial profundamente fragmentado.
El
análisis del conjunto de cartas anteriores a 1350 se centró
en una consecuencia de la fragmentación señorial. En cualquier
lugar había varios señores y sus competencias no eran del
mismo nivel. Los "Weistümer" de Franconia reflejan el reparto
de los derechos entre los señores y su reconocimiento por los campesinos
dependientes. Naturalmente, este reparto reseguía la jerarquía
de los señores. El señor principal era el que primero tomaba
la renta, el que tenía derecho a desalojar a los otros cuando hacía
uso de sus derechos de hospedaje, aquel a quien siempre se le llevaba la
renta (esto es, que no debía encargarse de recogerla). Como se hizo
observar, tales datos recuerdan la pluralidad y la jerarquía de
las "behetrías" castellanas. En cambio, ningún elemento
ayuda a valorar el papel de la comunidad campesina, cuyo discurso queda
en la oscuridad: salvo que la estructura de los textos parece indicar una
discusión señor por señor.
La
tercera sesión de este coloquio se dedicó monográficamente
a las corveas, galicismo de uso generalizado para referirse a las
prestaciones de trabajo obligatorias que encubre una terminología
y vocabulario muy variado. El cuestionario general para enmarcar la discusión
que estuvo a cargo de Ghislain Brunel[8]
constituye una muy útil puesta al día de los puntos en debate.
Destaquemos los principales: el contexto historiográfico y las problemáticas
generales que han caracterizado el tema de las corveas en las diferentes
tradiciones historiográficas y modelos teóricos. En ese sentido
la pregunta clave sobre la que Brunel invitaba a reflexionar es sobre el
grado en que los resultados están condicionados por las fuentes
o por los modelos teóricos a los que se ha vinculado la investigación.
De ahí la sugerencia de reformular alguna de las cuestiones que
afectan tanto a la valoración del peso global de esas cargas sobre
las explotaciones campesinas, a sus modalidades prácticas, sus variadas
denominaciones, como a las líneas y causas de su evolución,
que permitan diseñar una geografía de las corveas
para mejor entender las relaciones con el ámbito espacial en que
se implantaron. Igualmente destacó las cuestiones referidas a la
naturaleza desigual de estas obligaciones en relación a una muy
compleja diferenciación social campesina, para terminar llamando
la atención sobre la necesidad de averiguar cómo fueron percibidas
(aceptadas, resistidas, negociadas...) y denominadas estas cargas por los
contemporáneos en relación al resto de exacciones señoriales.
En
esta sesión la contribución enviada por Wendy Davies[9],
comparó tres áreas del lejano oeste con una lengua y cultura
similar, el britónico (brittonic), en el período anterior
y posterior a la conquista Normanda, aunque se centró en Gales,
con breves referencias a Cornualles y Bretaña.
En
estas áreas la ausencia de referencias, que la autora reconoce puede
simplemente ser una consecuencia del tipo de fuente que tengamos, le inclina
a pensar que las prestaciones en trabajo, en relación a Inglaterra
y el norte europeo en general, eran inexistentes o muy ligeras, antes de
la conquista normanda e incluso después, y exigidas más para
la construcción que para la agricultura, organizadas por villas
no por señoríos, colectivas más que individuales y
asociadas a la carencia de libertad. En ese marco comparativo, la pregunta
es tanto por las razones de la diferencia como por las del cambio. La diferencia
la encuentra en los significativos niveles de propiedad campesina, en los
bajos niveles de cultivo cereal y en la importancia económica de
la fuerza de trabajo esclava, en las regiones estudiadas. En ese sentido,
los cambios "considera- no van ligados tanto a la conquista, que supuso
ciertamente nuevos señores, como a razones internas de manumisión
de esclavos y mayor expansión agraria, relacionada con la economía
del beneficio que desarrollaron las nuevas órdenes monásticas.
JulienDemande[10]
por su parte, ofreció una original - y discutible -, interpretación
del cambio en la exigencia de las prestaciones de trabajo que observa a
partir del siglo XII en el ámbito de la Alta Alemania. En su opinión,
este cambio se caracteriza por el paso de un señorío basado
sobre el control de la actividad productiva, a través de corveas
semanales muy pesadas, a otro basado sobre el control del producto, en
el que las corveas pasarían a tener un mero significado simbólico
como signo de sumisión. Las transformaciones habrían ido
en el sentido de liberar al campesinado de ese control directo, darles
autonomía familiar, comunitaria y someterlos y explotarlos a través
del mercado señorial. De relaciones de producción directas
se habría pasado a relaciones mediatizadas, de un modo de producción
orientado hacia la imposición de ‘sobretrabajo' a otro orientado
hacia la punción del mismo, es decir, a un incremento de las tasas
de exacción sólo posible por la autonomización de
los dominados o emergencia del mundo campesino.
Para
el estudio de las corveas en la Italia septentrional Francesco Panero
en su contribución[11],
señaló la necesidad de cuestionar dos tipos de relación
que se vienen discutiendo en la historiografía italiana de los últimos
quince años relativos a este tema, la que se establece entre corveas
y servidumbre, y la conexión directa entre declive de las exigencias
en trabajo y desarrollo de la circulación monetaria en el ámbito
de la economía mercantil ‘precapitalista' bajomedieval.
Para
enfrentar estos problemas el autor considera necesario distinguir corveas
personales
y reales por un lado, y entre la función de las de naturaleza agraria
y las de origen público y señorial por otro, aclarando que
los datos sobre prestaciones no son prueba de una condición jurídica
inferior de los dependientes que las prestan, pues la naturaleza servil
de la corvea era consecuencia de la condición servil de la
persona que había de prestarla y no al revés.
También
Panero habló de transformaciones y el sentido de las mismas, y la
cronología bien establecida que ofrece interesa con objetivos comparativos.
Para Italia del Norte el período de mayor exigencia de corveas
agrarias
fue durante el predominio del sistema curtense carolingio, con un progresivo
declive de dichas prestaciones a partir del siglo X. Esta crisis se ha
relacionado con un transformación de la curtis, y un desarrollo
de la explotación indirecta desde fines del siglo IX, proceso en
el que muchos de los censos exigidos a los campesinos como complemento
de las rentas en especie representan seguramente el fruto de una lenta
‘monetarización' de operae y angariae. Pero Panero
apunta igualmente una creciente reconversión de los primeros en
los segundos, entendiendo por éstos los exigidos por el ejercicio
de la jurisdicción que obligaba a todos los rústicos de un
lugar y no por la tierra concedida. En este sentido, el autor considera
que el del siglo XII fue un proceso opuesto al de la edad precarolingia,
cuando los trabajos públicos se convirtieron en exigencias privadas
de los grandes propietarios y se confundieron con las corveas agrarias.
No es posible pues hablar de desaparición de las corveas relacionada
con la intensificación de la circulación monetaria desde
el siglo XI, porque lo que se da es una transformación de las prestaciones
de trabajo a lo largo del período. Mientras los servicios agrarios
se redujeron hasta casi desaparecer entre X y XII, los trabajos de tipo
‘banal' o públicos perduraron a lo largo de todo el medievo y después.
En parte las corveas debidas a los señores jurisdiccionales
o a comunas urbanas dominantes fueron abolidas por las concesiones "pagadas-
de franquicias, pero las operas públicas a favor de la comuna de
residencia continuaron siendo una obligación colectiva también
en los siglos de desarrollo de una economía mercantil, en algunas
comunidades durante todo el antiguo régimen.
Para
el espacio castellano leonés Isabel Alfonso[12]
llamó la atención sobre algunas cuestiones que en su opinión
requieren reevaluación y más investigación. La valoración
del peso de estas cargas sobre los hogares campesinos, así como
su evolución, considera han de ser sometidas a reconsideración,
tanto respecto a su extensión antes de pasar a manos señoriales
(el problema de las inmunidades, su abundancia y significado); como durante
los siglos XI-XIII, cuando parecen más extendidas; lo mismo que
han de ser revisadas las razones del aparente retroceso generalizado a
partir del siglo XIII, cuando es cierto que muchos datos hablan de rebajas,
conmutaciones y hasta supresiones, pero también son numerosos (más
si se exploran nuevas fuentes) los que informan de su continuidad en los
mismos, o más gravosos, términos. De ahí la necesidad
de planteamientos que tengan en cuenta una más compleja vinculación
entre distintas formas de utilización del trabajo campesino en relación
a diferentes contextos y coyunturas, no meramente económicas.
Necesidad
que también parece obligada para entender la cuestión de
la naturaleza de estas cargas, que en parte es la del carácter de
la sumisión y, por tanto, de la dominación, es decir, los
criterios alegados para su exigencia o para su exención (estatus,
tierra, jurisdicción, diversidad de recursos económicos y/o
políticos), pero también para su contestación.
La
desigualdad de estas obligaciones sobre los hogares campesinos es un fenómeno
bien conocido que, sin embargo, no ha recibido la atención que merece,
debido en gran parte a aceptar una evolución que habría conducido
a la población servil y libre a una situación de dependencia
común y homologable. La discusión de Isabel Alfonso se centró
sobre dos aspectos que cuestionan esa homologación difusa del campesinado:
el de la estratificación interna comunitaria (el problema de exenciones
y sustituciones, reducciones y conmutaciones, y la cuestión del
alimento y salario) y el de la asignación diferenciada de trabajo
en el seno de la propia familia o explotación campesina (el trabajo
de mujeres, niños y ancianos), proponiendo un relectura de muchos
de los datos conocidos.
El
mayor número de colaboraciones correspondió a las sesiones
de estudio de casos, coordinadas por M. Bourin y P. Martínez Sopena.
Su cuestionario, formalizado por F. Menant, comprendía cinco niveles
de análisis y tres ejes transversales. En el primer nivel, la valoración
de las fuentes. A continuación, la tipología y la "legibilidad"
(para el campesino) de las exacciones, esto es, si las exacciones eran
percibidas como un todo o de manera diferencial, y las consecuencias que
se podían deducir de ello; estos son aspectos previos al estudio
de su ritmo (periódico o circunstancial), y de su naturaleza (trabajo
o producto, y dentro de esto, dinero o especie). Una última y compleja
cuestión se situaba en los márgenes de lo fiscal: la posible
interpretación de las exacciones a modo de dones y gracias, los
rituales que rodeaban los actos de entrega... Como ha quedado indicado,
se proponían también tres temas cruzados sobre este conjunto
de preguntas: el papel de lo individual y lo colectivo, la influencia del
mercado, y la estratificación socio-económica y jurídica
de los campesinos.
Abrieron
esta cuarta sesión Chris Dyer y Philipp Schoffield para referirse
a los ejemplos ingleses. El primero sobre las exacciones en la zona central
(occidental de las Midlands)[13],
y el segundo sobre East Anglia (el área oriental de Inglaterra)[14].
Los dos describieron el marco geográfico concreto al que se referían,
con variedad y similaridad de señoríos y paisajes entre ellos,
y el potencial del material documental disponible, para distinguir "de
modo no muy convincente- en ese conjunto bajo el que se presentan las obligaciones,
una tipología de las distintas cargas y de su peso relativo, así
como las que originaron más conflictos. La riqueza de información
y de estudios para las Midlands permitió a Dyer dar cifras del posible
impacto en la economía campesina con algunos ejemplos de la proporción
de excedente tomado en rentas. Después de 1270 cuando la mayoría
de las obligaciones eran en moneda, iban de un 30 a más de un 40%
en explotaciones importantes, siendo más alta en otras de menor
tamaño. Esta proporción supone que mientras esas exacciones
reducían la capacidad de inversión, o de consumo de bienes
no sustanciales de los campesinos más acomodados, podían
influir en el consumo de alimentos básicos de los más pequeños
productores. Aunque señaló que los campesinos libres que
pagaban un porcentaje más pequeño no parecen mucho más
ricos que sus vecinos serviles. También que los efectos indirectos
de esos pagos precisan ser calculados.
Con
una menor información Schofield planteó la dificultad o inutilidad
del intento de calcular los presupuestos campesinos en una región
donde la economía campesina se mantuvo oculta, aunque el impacto
de las detracciones le parece variable de señorío a señorío,
e incluso dentro del mismo.
¿Qué
decir acerca de la cultura de estas exacciones a la que aludieron ambos
autores? que la forma de legitimarlas, como en otros lugares, era a través
del énfasis señorial en el carácter recíproco
de rentas y servicios, respetando en cierta medida las costumbres; que
los campesinos a veces podían negociar y que su rechazo era más
fuerte hacia las señoriales, porque se presentaban como más
arbitrarias y de cobro más incierto y eventual.
Varias
consideraciones encuadran el trabajo de E. Guinot[15].
Cuando las tierras de Valencia fueron conquistadas en el siglo XIII, parte
de su población musulmana permaneció en el país mientras
se instalaban gran número de colonos del norte. Estos hechos condicionaron
el nuevo modelo de relaciones sociales. Además, la conquista había
sido conducida por el rey, que repartió el territorio y le dio un
ordenamiento jurídico. Aparte de promover una red de ciudades y
villas reales, Jaime I favoreció señoríos nobiliarios
superpuestos a las estructuras administrativas islámicas. El reino
de Valencia se creó en 1240 y sus "Fueros" alcanzaron a todos sus
moradores, facilitando el intervencionismo real más que en Aragón
o Cataluña; desde 1283, las directrices del gobierno local se definieron,
y cualquier aldea podía poseer su municipio, lo que restringió
el control señorial. Frente a ello, los señores reivindicaron
el ejercicio de la jurisdicción; lo obtendrían en las Cortes
de 1333.
Las
cartas de población son la fuente principal para conocer la dinámica
de las relaciones sociales, y en particular los problemas de la renta.
En Valencia había un equilibrio entre alodieros y enfiteutas. Respecto
a éstos, que el terrazgo fuera de regadío o de secano marcaba
una distinción básica. En las áreas de regadío
-y en la costa-, se cobraban rentas parciarias, mientras en las zonas de
secano, el señor solo percibía los diezmos eclesiásticos.
La exigencia de banalidades era común, mas no había tierras
de explotación señorial directa ni prestaciones personales.
Pero este balance se refiere a las poblaciones cristianas. Los musulmanes
vivían en una situación bastante distinta. A las exacciones
citadas se añadía una amplia variedad de impuestos, muchos
de los cuales eran de origen islámico; lo significativo es que el
nuevo sistema incorporó lo anterior en beneficio de los señores
y del rey.
Con
todo, las posibilidades de extracción de renta por los señores
limitaban con las circunstancias de la conquista y la evolución
jurídica general. Las cartas municipales y el sistema judicial real
constituían instrumentos eficaces para la defensa de las comunidades
campesinas -incluso de las musulmanas-. De ahí que los señores
optasen por exigir poderes jurisdiccionales.
El
estudio de las exacciones señoriales en tierras de León tropieza
con dos importantes problemas. Por una parte, las fuentes, casi siempre
procedentes de ambientes eclesiásticos, escasas y tardías
cuando se trata de inventarios de rentas. Por otra parte, los conceptos;
en los primeros compases de su trabajo, C. Reglero[16]
estimó con justeza que "la clasificación de las rentas sigue
siendo un problema sin resolver", entre otras cosas porque los señoríos
dominical/territorial y jurisdiccional/banal tienen imprecisos límites.
A
partir de estos parámetros, el trabajo propuso las líneas
maestras de una tipología que contemplaba hasta cinco ámbitos
diferentes. Esta clasificación ponía el acento en dos cuestiones.
La primera, la variedad de exacciones que pesaban sobre la economía
campesina; la segunda, que distinguir con nitidez tributos reales y señoriales
es difícil. Desde la perspectiva de los contribuyentes, ¿no
es artificioso analizarlos separadamente?
El
estudio destacó los aspectos evolutivos, identificando tres periodos
que separan convencionalmente los años 1100 y 1260. El balance dibuja
un panorama de incertidumbre: si no parece que cada tributo fuera gravoso,
el problema venía de su acumulación y del ritmo de pago,
pues había numerosas exacciones ocasionales; y los prestamos
concedidos por los señores oscilaban entre menos de 2 y hasta 30
ha. En todo caso, las tendencias principales son la progresiva colectivización
de ciertas exacciones, y el incremento de las rentas periódicas
y fijas en dinero. Pero distan de ser generales. También debe subrayarse
el peso diferencial de las exacciones sobre el campesinado; junto a los
"pecheros" ordinarios, se suele reconocer un sector de "caballeros" privilegiados,
y otro de gentes carentes de derechos vecinales, y por ello exentas. En
un terreno diferente, queda en resalte que las relaciones entre señores
y campesinos a escala tributaria discurren entre los conceptos de "gracia"
y "ruego" que, aún asociados a la deferencia del señor, no
carecen de gestos paralelos campesinos, siquiera sean formales.
Evora
fue el centro difusor del fuero de Avila, característico de los
de la Extremadura castellana, por el Sur de Portugal. S. Boissellier[17],
que ha enfocado la evolución de la sociedad portuguesa a partir
del uso cambiante de este modelo jurídico, percibe dos etapas en
el periodo que transcurre desde la conquista cristiana de la ciudad, en
1165, al preludio del largo reinado de don Diniz, a fines del XIII.
En
una primera fase, el triunfo del fuero de Evora consagra un sistema de
exacciones basado en la prestación de servicio armado, las tasas
comerciales, y los derechos del rey-señor a una porción del
botín que se obtenga. Este esquema traduce las necesidades de una
sociedad volcada en la guerra -de conquista, y también para defenderse
del poder almohade-. El fuero de Evora resulta una carta de franquicias
en doble sentido: alienta el enriquecimiento a través de la milicia
y no grava los beneficios obtenidos de la agricultura; en efecto, incluso
los "peones" están exentos del tributo rústico más
conocido, la "iovada". Pero el fuero no tenía un alcance universal;
Boissellier estima que dejaba en manos de los colonos/conquistadores/guerreros
el dominio de la población musulmana que había permanecido;
mano de obra envilecida, quizá componía la base social de
un tipo de señorío doméstico difundido por todo el
Alemtejo.
Las
circunstancias cambiaron por los años 1220, cuando la guerra se
convirtió en asunto de especialistas; la tropa de vecinos debió
cederles paso en Evora y su contorno, al mismo tiempo que las actividades
productivas ganaban protagonismo. En adelante, el interés de los
señores debe haber sido (es difícil confirmarlo con datos)
conmutar servicios militares por otras obligaciones en especie o dinero.
De ahí que Boissellier prefiera conceptuar ahora al fuero de Evora
como «costumbre", no como "franquicia", al tiempo que subrayaba los nuevos
problemas: entre ellos, la resistencia de las comunidades, fortalecidas
por una tradición municipal de tres generaciones, que solo salvaguardan
su autonomía al precio de exacciones más onerosas.
El
sur de Toscana contrasta vivamente con el norte por su baja densidad demográfica
y la escasa importancia de sus ciudades. A partir de esta apreciación,
S. Collavini[18]
desarrolló sus puntos de vista, una de cuyas cualidades fue su exquisita
atención al cuestionario.
Desde
el punto de vista tributario, las cartas de franquicia de la zona muestran
el predominio de las contribuciones individuales de periodicidad anual
sobre las colectivas (unidas siempre a situaciones extraordinarias). Los
pagos en dinero o en especie dependen del grado de evolución o aislamiento
de las comunidades. A diferencia de otras zonas de Toscana, los cánones
en cereales no parecen significativos: los señores prefieren tributos
asociados al disfrute de las áreas silvestres y las prácticas
pastoriles, las corveas, el servicio militar o los derechos de albergue.
Además, el señorío acapara otras fuentes de renta
que Collavini calificó de "indirecta": los recursos minerales, salinas
e infraestructuras, la administración de justicia, y las trasferencias
patrimoniales.
Las
cartas de franquicia dibujan una sociedad donde predominan elites locales,
un hecho posiblemente unido a sus funciones militares; también sugieren
una distinción entre villanos y gentes sometidas a fórmulas
de señorío dominical, "fundiario", los marginados
de las franquicias. Pero la utilización simultánea de listas
de dependientes señoriales matiza el balance; en particular, otorga
un papel mayor a los cánones en especie que en trabajo. Por otra
parte, ¿qué peso tenían las exacciones sobre la economía
familiar, cuál era la percepción de los campesinos? El pago
de rentas fijas y reguladas, o el interés de los señores
por los recursos naturales, han podido posibilitar el ahorro campesino.
Las elites amortiguaban cualquier movimiento de revuelta. En cambio, los
señores no propugnaron la sujeción a la tierra, mientras
la emigración (por ejemplo, para dedicarse al pastoreo) parece haber
sido una forma de aliviar tensiones.
El
Piamonte meridional no parece menos complejo. A grandes rasgos, L. Provero[19]
habló de un país sometido a influencias políticas
alternativas: grandes comunas, pequeños señoríos,
principados territoriales. Las formas de organización de los ambientes
campesinos ofrecían una riqueza de matices similar: aldeas, comunidades
de valle, un visible desarrollo de formas de poblamiento menores. Aún
cabe añadir la estratificación del mundo campesino, sobre
lo que se volverá más adelante.
Las
exacciones recaen sobre el grupo familiar. Una serie de mecanismos servían
para legitimar su percepción, que Provero definió cuidadosamente.
En primer lugar, la costumbre. Después, la capacidad de protección,
que demanda ser remunerada. Luego la tierra, que obliga económicamente
y también es la raíz de la condición de "homo"
del señor. En fin, hay un componente sagrado, que sobre todo afecta
a las instituciones eclesiásticas porque argumentan la superioridad
de sus valores espirituales. ¿Cuáles son las formas de la
renta? Referirse a lo económico es tan necesario como insuficiente;
las exacciones regulares facilitaban el control permanente y representaron
una confirmación constante del poder, una realidad cargada de simbolismo.
Sin este dato, una serie de cuestiones resultarían ininteligibles,
comenzando por el propio calendario tributario.
Los
grupos intermedios jugaban un gran papel en este ambiente. Es aquí
la ocasión de referirse a los campesinos acomodados y a los "milites",
éstos de situación más ambigua (pues también
se beneficiaban de ciertas exacciones por su propio status y estaban exentos
de las comunes). Pero ni unos ni otros estaban muy distanciados de la comunidad
campesina, cuya protección se arrogaban. En el centro de estos intereses
colectivos estaban los molinos, los bienes comunales y el mercado, donde
esta elite rural pugnó por restringir "la función de control
capilar sobre la producción campesina" apetecida por los señores.
La
Baja Auvernia es una región donde alternan las cadenas montañosas
con las tierras llanas. Este no es solo un hecho geográfico, pues
montaña y llano ofrecen realidades históricas muy diferentes.
E. Grelois[20]
presentó un detallado análisis de las fuentes; persuadido
de su caracter artificioso e intentando trascenderlo, sistematizó
su tipología y la situó cronológicamente. Resaltó,
además, la diferencia entre dos modelos fiscales: por una parte,
"mansus" y "tenementum" en la montaña -donde la unidad
de explotación coincide con la unidad de percepción-, que
se asocian con un poblamiento disperso y familias amplias. Por otra, la
parcela, sola unidad de percepción identificable en la llanura;
esto traduce un terrazgo compartimentado en extremo, donde hay un claro
divorcio entre el hábitat concentrado (a veces, grandes burgos semirrurales),
y el mosaico que forman las zonas de cultivo.
Para
enfocar los aspectos antropológicos de la renta, E. Grélois
partió de la distinción señorío banal/señorío
fundiario.
El peso del primero fue analizado desde un punto de vista normativo, examinando
la talla (que no es incompatible con los estatutos de franquicia), las
corveas
(provistas
de un "valor simbólico negativo"), y la atribución diferencial
de las cargas, que en el seno de una comunidad podían separar a
las gentes que pagan la talla de los exentos de todo impuesto; en alguna
medida, la selección de «cónsules» dependía de ella.
Por lo que hace al señorío
fundiario, de nuevo se
destaca el contraste entre la situación bien definida de la montaña
y la problemática de la llanura: campesinos que debían rentas
a una multitud de señores y feudatarios, reflejo del parcelario
y del reparto de derechos; simples tenedores de parcelas (los que pagaban
las exacciones fundiarias), y cultivadores reales; y, probablemente,
fuertes tensiones locales entre un campesinado acomodado que disfruta de
feudos y los pequeños explotadores.
Las
zonas occidentales de Francia estudiadas por D. Pichot [21]comparten
numerosos datos: un despertar temprano e insuficiente, el hábitat
disperso y ciertos modelos de encuadramiento social. Además, participan
de una imagen errónea: suele pensarse que poseen conjuntos documentales
magros, lo que no es cierto salvo al oeste de Bretaña. El estudio
de los textos -aún en sus inicios-, ofrece algunas evidencias: La
primera, que las obligaciones de los campesinos eran bastante moderadas,
de suerte que la principal fuente de renta señorial fueron los molinos:
pues los censos agrarios tuvieron relieve solo en las áreas de roturación
reciente, la generalización de la talla banal no ocultaba
su modestia, las corveas eran raras... En todo caso, una segunda
característica matiza esta impresión: las exacciones tendieron
a ser más pesadas con el paso del tiempo. Las reflexiones de Pichot
se ciñen al Bajo Maine en este punto, que destaca el progreso de
la organización señorial en el XII, articulada sobre castellanías
territoriales y numerosas fundaciones de aldeas; al mismo tiempo, las exigencias
se precisaron y la renta de la tierra mejoró gracias a la difusión
de fórmulas contractuales (arrendamientos y medianerías).
No obstante, la presión no llegó a ser excesiva respecto
a otras regiones de Francia; en el oeste, la servidumbre fue desconocida
y el campesinado afrontó la situación con iniciativas tan
diversas como la indivisión de bienes (frérêches),
el apoyo a reformadores ascéticos como Robert d'Arbrissel, o las
revueltas contra corveas y hospedajes, exigencias más infamantes
que pesadas en estos países de libertad.
La
región del Bajo Rhin, y más concretamente el área
de influencia del obispado de Xanten, fueron el objeto de las reflexiones
de D. Scheler[22].
Se trata de una zona que compensa lo tardío de sus fuentes con su
intenso tradicionalismo, de forma que la abundante información del
siglo XV viene a ilustrar un cuadro diseñado en el XIII. ¿Cuáles
son sus trazos básicos? Que el señorío banal residía
en el príncipe territorial (para el caso, los duques de Cleves),
que las tenencias rústicas eran vitalicias y sus rentas, limitadas
(es en los diezmos donde se localizaba el capítulo más importante),
y que subsistió la servidumbre (pero podía abandonarse).
Los campesinos ensayaron fórmulas de defensa que pasaban por retrasar
el pago de los arrendamientos y por reivindicar formas de posesión
de la tierra más estables. Puede decirse que con el paso del tiempo
su organización mejoró. En efecto, el campesinado de la época
más antigua aparecía organizado en dos colectividades diferentes,
la parroquia y los grupos dominicales. Pero la crisis de los dominios villicarios
y
el monopolio de la jurisdicción por el príncipe menoscabaron
la importancia de los últimos en beneficio de la parroquia, convertida
además en marco de la justicia. Como ya no resultará extraño
a estas alturas de la exposición, una oligarquía de campesinos
acomodados ocupaba los puestos de escabinos y gestionaba los bienes de
las iglesias aldeanas.
La
evocación de las grandes tareas colonizadoras del siglo XII en los
países situados entre el Elba, el Saal y el Oder constituye el punto
de partida habitual para significar su incorporación al espacio
germánico y los profundos cambios que sucedieron. Así lo
entendió también M. Schattkowsky[23],
que envió un resumen de su trabajo aunque no pudo estar presente
en el Coloquio. Para el caso, uno de los aspectos más importantes
es la implantación del sistema de Hufenverfassung (señorío
articulado a base de hufen, explotaciones familiares), que se desarrolla
sobre un territorio cuya densidad demográfica era aun baja, de urbanización
incipiente y escaso desarrollo mercantil. No obstante, la imagen historiográfica
parece discutible: las rentas que pagaban los colonos no eran tan homogéneas
como se suele postular, ni tampoco las formas de contribución; el
paso del tiempo y las tradiciones culturales son factores a tener en cuenta
(aunque la autora primaba las realidades socio-económicas sobre
las étnicas). En tal sentido, y considerando sobre todo los aspectos
evolutivos, la crisis de la Baja Edad Media allanó el camino a un
drástico endurecimiento de las condiciones de dependencia, que se
concretaron en un nuevo modelo señorial , el denominado Gutherrschaft.
Como
balance, puede decirse que la reunión evidenció varios problemas
de caracter general. Las profundas diferencias de vocabulario -que hacen
a los británicos hablar de "exacciones", mientras los españoles
prefieren hablar de "renta"-, dependen con frecuencia de distintas tradiciones
historiográficas, algo que resulta extensivo a las categorías
de señorío que se manejan (doméstico, fundiario, banal
...). ¿Tiene validez seguirlas distinguiendo? Al menos, se constataron
fenómenos de superposición o solapamiento señorial
de Franconia a Castilla, por citar casos donde era frecuente que un campesino
tuviera sobre sí varios señores. Pero coincidencias como
éstas no significan un cuadro continental uniforme: más bien
se encareció que la presión señorial y la riqueza
dibujaban una Europa desigual a sí misma. ¿En qué
medida? No alcanzó a precisarse del todo; según quedó
indicado, hubiera sido conveniente una mayor preocupación por el
papel central que, como célula social y económica, jugó
la familia campesina.
El
conjunto de participantes valoró muy positivamente los cuestionarios.
Pero también fueron patentes los problemas de su seguimiento, atribuidos
según los casos a las carencias de las fuentes y al estado de la
investigación. Resultaba difícil contestar a ciertas preguntas.
Además, para muchos de los presentes, mantener la orientación
propia del coloquio, la perspectiva campesina, había representado
un reto. La percepción general podría resumirse en la expresión
de B. Cursente: "un obervatorio un tanto nuevo e inconfortable"; entre
otras cosas porque, como argumentó S. Collavini, la época
conoció "un control señorial absoluto de la documentación
escrita", que solo pudieron sortear las élites aldeanas.
Precisamente,
las diferencias internas del campesinado y sus repercusiones tributarias
constituyeron uno de los temas más desarrolladas. En su intervención
final, M. Bourin recordó que durante las fases preparatorias se
había temido una imagen monolítica de la comunidad campesina;
en cambio, el resultado era algo muy diferente, asociado al realce adquirido
por los "ambientes intermedios" que constituían los grupos de notables
locales,estimando que las colaboraciones se habían hecho eco de
los recientes avances en el análisis de los conflictos y de la administración
económica de los señoríos. Aún cabe añadir
que a lo largo de la reunión proliferaron las ideas sobre la iniciativa
de laselites locales en la obtención de franquicias; no es raro
que el caso italiano ofrezca las mejores posibilidades de conocer la trayectoria
de los notables antes de convertirse en promotores de las reivindicaciones,
cuando eran agentes señoriales o se enriquecían negociando
en la ciudad más próxima...
Los
asistentes se despidieron no solo con el compromiso de la inmediata publicación.
También acordaron reunirse otra vez en el año 2002 para afrontar
la problemática de las exacciones desde la perspectiva de los señores,
sus beneficiados. Y manifestaron su interés porque entonces se solicite
de nuevo a la Junta de Castilla y León el uso del Castillo de la
Mota, que combina la idoneidad de sus instalaciones con el trato exquisito
de su personal.
Isabel
Alfonso
Pascual Martínez Sopena Instituto
de HistoriaDpto.
Historia Medieval Centro
de Humanidades (CSIC)Universidad
de Valladolid. [1]
El Laboratoire de Médiévistique Occidentale de Paris " UMR
9963 promovió la reunión «Un audit international: vingt ans
d'études d'histoire économique de l'Occident médiéval,
bilans et perspectives» (Noirmoutier, mayo de 1998).
[2]
Véase G. Dilcher y C. Violante (eds.) Strutture e trasformazioni
della signoria rurale nei secoli X-XIII, Bolonia 1996
[3]"Franchises
et prélèvement aux XIIe et XIIIe. siècles. La lettre
des chartes et la voix des paysans".
[4]"Réalités
et représentations paysannes du prélèvement fiscal
dans les chartes de franchises, et plus particulièrement bourguignon".
[10]Les
‘corvées' en Haute-Allemagne du second tiers du Xie siècle
au milieu du XIVe siécle: du rapport de production au symbole de
domination'
[11]‘Le
‘'corvées'' nelle campagne dell'Italia settentrionale: prestazioni
d'opera ‘'personali''. ‘'reali'' e «pubbliche» (secoli-X-XIV)»
[17]"Des
franchises aux coutumes dans le Midi portugais: La formation et l'evolution
du prélèvement seigneurial (L'exemple d'Evora 1165-1280)"
[18]"Il
prelievo signorile nella Toscana meridionale del XIII secolo: potenzialità
delle fonti e primi risultati"
[23]
«Ingresos señoriales en los territorios de la colonización
del este alemán del siglo XII al XIV: las variaciones en las rentas
debidas por los campesinos» (trad. del resumen por cortesía de V.
Farías)
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